01 mayo 2006

LA MIGRACIÓN DE LOS VISIGODOS

LA MIGRACIÓN DE LOS VISIGODOS
(TEXTO EN REVISIÓN)

La migración de los visigodos tuvo un papel decisivo en la formación de nuestra cultura y, por ende, en la creación y definición de nuestro derecho. Aunque no fueron muchos los visigodos que dominaron España, comparándolos con la gran cantidad de población nativa, lentamente, y a través de varios instrumentos como los cuerpos legales, fueron transmitiendo algunas de sus costumbres y sus métodos.
Sin embargo, los invasores recibieron gran influencia de la cultura galo-romana e hispano-romana. El Código de Eurico es un monumento al derecho romano vulgar y reniega de varias prácticas típicas de la cultura visigoda. El Breviario de Alarico es un intento por igualar los derechos entre galo-romanos y visigodos. Durante el reinado de Leovigildo, el reino visigodo de Toledo recibió mucha influencia del imperio de Oriente, imitándose en la corte hispánica el complicado protocolo de su par bizantina.
Visto de esa manera se puede afirmar que la influencia cultural fue recíproca, pero los visigodos aportaron un elemento decisivo: el desarrollo político. Superado un primer momento de asesinato entre hermanos y luchas por el poder, los diversos cuerpos legales, influidos por el derecho romano vulgar, tenían disposiciones relacionadas con la actividad política, lo que se tradujo en un control de la nobleza por parte de la monarquía. Lamentablemente, las disputas internas no se acabaron y estas contribuyeron a la caída del reino visigodo frente a la invasión musulmana.
A continuación se describirá el proceso completo de la migración de los visigodos, desde la huida ante los hunos en las llanuras junto al Mar Negro hasta la caída del reino visigodo de Toledo en el año 711.

















Desarrollo


1. Elementos de las Migraciones

Los Godos
El pueblo godo se encontraba asentado a principios del siglo I en la costa báltica en la cuenca del Oder cerca de la actual Polonia
Parece ser que a principios del siglo II hubo unos cambios climáticos que obligaron al pueblo godo a emprender una masiva emigración desde el Báltico a Rusia meridional cerca del Vístula. Este movimiento obligó a otros pueblos asentados en la ruta de emigración goda a moverse a su vez hacia Occidente y esto fue el origen de las primeras invasiones bárbaras en el imperio romano.
Los godos son una gran confederación de tribus afines (étnica y lingüísticamente) agrupada en torno a un caudillo guerrero que se impone sobre todos gracias a su personalidad carismática.
A mediados del siglo II ya estaban asentados entre el Don y el Danubio, durante este periodo el pueblo godo aumento su carácter militar con la adopción de nuevas armas y tácticas militares que promovieron los frecuentes enfrentamientos con los romanos en la frontera del Danubio a lo largo del siglo III.
Los intentos de los godos por traspasar la frontera del imperio para dedicarse al saqueo chocaron siempre con una férrea defensa romana. Esto ocasionó una gran fractura en el pueblo godo, ya que durante mucho tiempo no hubo ningún caudillo que lograra imponerse sobre toda la nación gótica. De hecho los godos se dividieron en dos grandes grupos separados por el Dniéper: Los Godos orientales u ostrogodos también llamados greutungos(ubicados en la actual Ucrania) y los Godos occidentales o visigodos también denominados tervingos o vesos (ubicados desde la actual Ucrania hasta el río Danubio).
San Isidro explicaba el origen de los godos:
El origen antiquísimo de los godos se remonta a Magog, hijo de Jefet, de donde salió también la raza de los escitas, pues parece comprobado que godos y escitas son hermanos; y así, no se diferencian gran cosa en el nombre; porque cambiada ligeramente y suprimida una letra, lo mismo suenan los getas (godos) que escitas. Los godos, pues, habitaban las dunas glaciales del Septentrión cabe los reinos de los escitas, y eran dueños con otras gentes de terrenos montañosos; mas, arrojados de su tierra por el empuje de los hunos, pasando el Danubio, se entregaron a los romanos. Pero no pudiendo soportar sus desafueros, en consecuencia indignados, escogen rey propio de su pueblo, invaden Tracia, devastan Italia, sitian a Roma y la toman por asalto, invaden las Galias, e, indefensos los Pirineos, llegan hasta las Españas, y en ellas fijan su residencia y el asiento de su imperio.
Los pueblos godos son por naturaleza constantes, prontos de ingenio, fiados en la conciencia de sus fuerzas, de grandes arrestos corporales, osados por su prócer estatura, magníficos en su atuendo y en sus gestos, prontos al combate, duros en soportar las heridas. Tan grandes guerras sostuvieron y tan estupenda fue la fortaleza de sus insignes victorias, que Roma misma, vencedora de todos los pueblos, se sumó a los triunfos de los godos sometiéndose al yugo de su servidumbre, y la señora de todas las naciones llegó a servirles de criada.

Los Hunos
Los hunos constituyen el primer pueblo de la estepa del que se cuenta con datos en abundancia, ya que antes sólo existían fragmentos de la historia de otros, como los masagetas que derrotaron a Jerjes y a Darío I. Se les identifica con los Hiong-nu, pueblo que habría desestabilizado gravemente la China Han del siglo II a. J.C., pero esta teoría sólo está avalada por una pieza escita. De esta manera hay una brecha entre el siglo II a. J.C. y el año 371, cuando derrotaron a los alanos.
La religión de los hunos es calificada como “un simple culto a la naturaleza”, utilizando chamanes que hacían de mediadores entre Dios y el hombre. Practicaban la escapulimancia, el agüero mediante el hueso escapular del cordero. Le daban gran importancia a la adivinación del futuro[1]
El sistema social de los hunos era sencillo: reconocían la aristocracia y practicaban la esclavitud, pero aparte de esas no existía ninguna otra división social.
La razón acerca de por qué los hunos hacían la guerra (y, por ende, atacar a las grandes civilizaciones) es algo acerca de lo que todavía se discute. Las teorías más consistentes son la de variaciones climáticas, que los habrían sumido en el hambre y empujado hacia otros territorios, y la del comercio, que habrían forzado a comerciar a los pueblos sedentarios. Ambas teorías tienen falencias, aunque la del comercio parece ser la más plausible. Sin embargo, si se evalúan los hechos de forma objetiva, se distingue una realidad mucho más simple: la guerra valía la pena. Los nómadas, “físicamente curtidos, logísticamente móviles, culturalmente acostumbrados a derramar sangre, éticamente inmunes a las prohibiciones religiosas de arrebatar la vida o limitar la libertad de los ajenos a la tribu”, consideraron, en último término, que conseguirían más éxito y más cuantioso botín atacando a los pueblos sedentarios que permaneciendo en la estepa.[2]
La primera noticia clara de los hunos nos data del año 371, en que derrotaron a los alanos en la batalla del río Tánais, el cual está ubicado entre el Volga y el Don. Después, invadieron el reino ostrogodo situado a orillas del Dniéper, destruyéndolo e incluso dando muerte a su rey, Ermanarico. Esta acción forzó la huida de los visigodos, instalados en Dacia, hacia el interior del imperio romano.
Los hunos se asentaron en la actual Hungría (“tierra de hunos”), llevando a cabo frecuentes campañas contra Roma. El imperio de oriente llegó a pagar casi seis toneladas de oro para verse libre de los saqueos. El huno más famoso, Atila (“el azote de Dios”), consiguió brillantes victorias hasta que, en su invasión de las Galias, fue detenido en la batalla de Châlons, en la llanura de la Champagne, por el general Aecio (llamado “el último romano”). Sin embargo, esto sólo significó una retirada temporal hacia el Rin, pues luego Atila invadió Italia y casi llega hasta Roma, pero se retiró repentinamente. Una leyenda popular atribuye este cambio a una visita del Papa León I al caudillo, pero las razones más probables fueron el que se había desatado una hambruna en Hungría, una epidemia de peste en su ejército y la amenaza de un ejército romano de Oriente que penetraba en su tierra.
Dos años después murió Atila, y el imperio huno se desmoronó. La causa es discutida, pero parece ser que las campañas del “azote de Dios” fueron un tremendo desgaste para su pueblo, dejando a sus hijos unas fuerzas de poca monta, las cuales sucumbieron en luchas contra los godos y contra el imperio romano de oriente. Estas son las últimas noticias que se tienen sobre los hunos. Parece ser que Atila fue el peor enemigo para su propia gente.

El Imperio Romano
Cuando comenzaron las grandes migraciones, impulsadas en último término por los hunos, el imperio romano se hallaba en su fase de decadencia. Existía una profunda crisis económica, potenciada por la fijación de los precios decretada por el emperador Diocleciano, sumada a una decadencia moral. El respeto a la autoridad estaba basado en la fuerza militar, por lo que las legiones se consideraban con derecho a nombrar su propio emperador. Esto causó que entre Cómodo (180 – 192) y Diocleciano (284 – 305), Roma tuviera ochenta dueños, entre pretendientes y emperadores.
Fue en este periodo cuando es posible establecer que comenzaron las grandes migraciones. Los godos (visigodos) eran los más temibles enemigos de Roma, que habían adquirido la mala costumbre de exigir un tributo anual al emperador. Cuando éste se retrasaba, cruzaban el Danubio e incendiaban y saqueaban todo a su paso. Alrededor del 260, los godos penetraron en una invasión ya no de latrocinio sino de establecimiento. Claudio II, un emperador muy distinto a su homónimo del siglo I, logró evitar esto aplastándolos en Naissus (269). Fue una de las batallas más sangrientas que entablaron los romanos: perecieron más de cincuenta mil germanos.
Aureliano, en el 275, concedió a los godos la provincia de Dacia, en la cual se establecieron hasta ser expulsados por los hunos. No era un procedimiento corriente o aceptado en Roma, pero era necesario pues el imperio estaba siendo acosado desde distintos puntos a lo largo de sus fronteras.
Había cierta tranquilidad exterior cuando Diocleciano intentó llevar a cabo sus reformas. Estas fracasaron, pero hubo un hecho fundamental para la posteridad: se limitó el éxodo rural. La cantidad de esclavos iba en descenso, y de esta manera se logró mantener la mano de obra en el campo. Esta maniobra fue un claro preludio al feudalismo que vendría después.
La vulgarización del derecho es otro fenómeno interesante que ocurre, cuando se mezclan el derecho nativo de las distintas regiones con el derecho romano. Cabe señalar que este proceso fue gradual, alcanzando todo su auge en el siglo IV.
Con Constantino (311 – 337), el cristianismo pasaría a ser tolerado y cambiarían varias instituciones del imperio. Sin embargo, en este periodo se verifica un suceso alarmante, que terminó por ser decisivo en la caída del imperio: la inclusión progresiva de fuerzas teutónicas en el ejército regular. Fue Teodosio (379 – 395) quien dio el paso fatal, aceptándolos como federados dentro del ejército y permitiéndoles tener sus propios líderes.


2. Primera Fase de la Migración

Sucesos en el Dniéper
Como ya se ha dicho, los ostrogodos habían constituido un reino de gran tamaño a orillas del río Dniéper, cerca del mar Negro, en la actual Ucrania. Este pueblo tuvo el dudoso honor de ser el primer pueblo europeo aplastado por los hunos.
Las estepas septentrionales del mar Negro era un buen terreno para maniobras de caballería y, de esta manera, fue el punto de partida de las hordas que llegaron desde el este, imponiendo una oleada de terror. El cronista godo Jornandes, que vivió en el siglo IV, estaba convencido de que “los hunos habían nacido de brujos y espíritus maléficos”. El escritor greco-sirio Amiano Marcelino da una descripción más detallada: “Su fealdad supera todos los límites. Apenas nacen sus hijos, les hacen cortes profundos en las mejillas para destruir la raíz de las barbas. Son achaparrados y de vigorosa constitución; tienen el cuello ancho y su aspecto es terrible. Están en su físico tan endurecidos, que no necesitan fuego, no hierven ni cuecen sus alimentos; viven de raíces encontradas al azar y de carne, que colocan bajo la silla, sobre el lomo desnudo de sus caballos para tenerla más a mano. Nunca pernoctan bajo techo, pues allí no se sienten en seguridad”. Por lo que se ha visto, la guerra sicológica no es sólo cosa de nuestros días[3].
Es comprensible la reacción de pánico de los ostrogodos, los cuales, a pesar de ser famosos guerreros, fueron aplastados. Su rey Ermanarico murió en combate y el resto de su pueblo fue dispersado por las hordas mongólicas. Algunos lograron escapar al territorio de los visigodos mientras que otros se refugiaron en Crimea donde vivirían hasta que, en el siglo XVIII, Catalina II los dispersara y se asimilaran al resto de los pueblos rusos[4]. La gran mayoría fue obligada a seguir a sus conquistadores en la marcha hacia el oeste.
Era ahora el turno de los visigodos, que tampoco fueron capaces de resistir a los hunos. Pero no fueron destruidos, sino que iniciaron su larga migración. Asentados en la Dacia desde el año 275, estaban próximos a la frontera o limes del imperio romano, por lo que solicitaron al emperador Valente asilo en su territorio. Este accedió y ocurrió un acontecimiento histórico de importancia capital: por vez primera un pueblo entero recibía autorización para ingresar al imperio, conservando sus leyes y gobernantes.

Ingreso al Imperio – Batalla de Adrianópolis
Los visigodos, acantonados por Fritigernio y Alavivo, cruzaron el Danubio, ingresando al imperio romano en el año 376, en calidad de federados. Los godos acusaron a los romanos de retenerlos en la orilla del Danubio hasta que se les agotaron los víveres para luego venderles otros a precio de oro, por lo que la tensión creció entre ambos pueblos. Finalmente, los visigodos comenzaron a saquear el país en el que se encontraban (correspondería a la provincia de Mesia y parte de Tracia), para después marchar a través de la península de los Balcanes, asolando todo a su paso. Sus hermanos de raza que servían en las legiones se unieron a ellos y juntos enfilaron hacia Constantinopla. El emperador Valente preparó una enérgica contraofensiva, pero fue derrotado en Adrianópolis, en el año 378[5]. El mismo emperador pereció en la batalla.
Aunque muchos creen que el desastre de Adrianópolis fue de gran relevancia en el plano político, no lo fue tanto, sino que su influencia radicó en la derrota de la infantería romana por los grandes contingentes de caballería goda. Aquello marcó una diferencia que sería apreciada por generaciones futuras de líderes y estrategas militares.

Establecimiento Temporal
El emperador Teodosio, de occidente, logró salvar la situación. Alistando a grandes fuerzas de soldados godos mercenarios, logró contener a los visigodos enemigos, que estaban ocupados en saquear Grecia. Celebró un foedus con ellos y le asignó la provincia de Mesia y parte de la Tracia para que se asentaran, en la ribera sur del Danubio. Los godos parecieron contentarse con esto, obedeciendo y dejando en paz al imperio por cierto tiempo. Esta situación se prolongó por diez años, al cabo de los cuales Teodosio había reunificado el imperio.


3. Segunda Fase de la Migración

Alarico y la Invasión de Italia
Diez años después de su sometimiento al emperador Teodosio, los godos volvieron a probar fortuna, esta vez dirigidos por Alarico, “el más noble de los godos”, quien los llevó a saquear Grecia nuevamente. Esta vez se enfrentaron al general Estilicón, un vándalo al servicio del imperio romano de occidente y casado con una sobrina del emperador. Logró, en un principio, frenar las acometidas godas y obligarlos a replegarse. Pero sucedió que en el año 395 murió Teodosio, con lo que toda la situación cambió.
El imperio, a la muerte de Teodosio, fue repartido entre sus dos hijos, Arcadio y Honorio, que recibieron el imperio de oriente y el de occidente respectivamente. Ya no se trataba de un reparto de responsabilidades como en tiempos de Diocleciano, sino una división total y permanente. El imperio de Oriente tenía su capital en Constantinopla y el de Occidente en Roma, aunque de hecho en Mediolanum (Milán).
Ambos imperios se vieron envueltos en un conflicto a propósito de la frontera en Ilíria, región que antaño “proporcionaba los mejores soldados a las legiones de Roma”[6]. Dando pruebas de su ceguera política, los dos gobiernos trataron de atraerse a Alarico a su causa y usar a los visigodos en sus propósitos. Alarico no desaprovechó tal oportunidad y aceptó los ofrecimientos del imperio de Oriente (401), conduciendo sus tropas a Italia armadas por los arsenales de Constantinopla.
Sólo Estilicón fue capaz de salvar a Roma de los godos y de otros pueblos germánicos puestos en conmoción. Empleó sagazmente las tropas que tenía a su cargo y logró mantener Italia libre de tropas enemigas. Pero sucedió que existía un partido antigermánico en la corte que persuadió al emperador Honorio (que estaba casado con una hija de Estilicón) de que el único objetivo del célebre conductor de tropas era poner a su propio hijo en el trono. Estas intrigas palaciegas causaron que el emperador recompensara al gran vándalo por sus servicios prestados al imperio mandándole decapitar (408).
La situación era propicia para Alarico. Invadió Italia y derrotó a los ejércitos romanos que acudieron para cortarle el paso. Los visigodos se aproximaron a Roma. Honorio, que se había retirado a Rávena hacía tiempo, le entregó oro y joyas para que se retirara. Alarico aceptó, pero también exigió tierras para su pueblo, a lo que el emperador opuso una negativa categórica. Entonces el godo sitió Roma y pronto la situación de la ciudad se hizo desesperada. Finalmente ésta abrió sus puertas y los bárbaros entraron. Durante tres días saquearon la ciudad, quemando el foro en el proceso. Tomaron muchos prisioneros, entre ellos a la hermosa Gala Placidia, hermana del emperador Honorio.
Alarico acariciaba el proyecto de pasar a África, pero murió antes de conseguirlo. Se le enterró en una tumba en el lecho de un río, de manera que las aguas cuidan que el sepulcro del más noble de los godos no sea profanado.

Los Visigodos en las Galias
Ataulfo, cuñado de Alarico, de acuerdo a la costumbre electiva de la monarquía visigótica, fue elegido rey cuando “el más noble de los godos” murió. Se desechó la idea de pasar a África y se buscó una solución más sencilla. Finalmente, se llegó a un entendimiento con el emperador Honorio y los visigodos marcharon rumbo a las Galias. Una de las razones era luchar contra el usurpador Jovino.
Cuando llegaron a las Galias, derrotaron al enemigo y a sus tropas. Ataulfo se casó entonces con Gala Placidia, un hecho que constituyó un duro golpe para los romanos: que una mujer noble de Roma se casara voluntariamente con un jefe bárbaro. Esto les pesó mucho más que muchos otros desastres.[7]
Los visigodos, tras diversos desencuentros con el imperio, saquearon el sur de las Galias y luego cruzaron los Pirineos, asolando el noreste peninsular, pero sus correrías acabaron cuando Ataulfo fue asesinado en Barcelona, en el otoño del año 415.



Foedus y Creación del Reino Visigodo de Tolosa
A la muerte de Ataulfo, los godos, a pesar de tantos viajes y guerras, seguían siendo una potencia de consideración que merodeaba por el imperio. Sigerico fue elegido rey, pero asesinado en poco tiempo y designado Valia para sucederle. Este rey celebró, en el año 416, un foedus con el imperio, mediante el cual se comprometió a invadir la península ibérica y expulsar a los vándalos, suevos y alanos que se habían asentado ahí desde el 409.
A través de este foedus, los romanos encargaban al pueblo visigodo una tarea que ellos, por sus escasos medios bélicos a la sazón, estaban imposibilitados de cumplir.
Los visigodos cumplieron esta tarea con su característica energía y valor. Los alanos fueron totalmente destruidos y aquel es el último rasto que tenemos de dicho pueblo. Los vándalos también fueron derrotados y la mayoría de sus fuerzas lograron pasar a África, instalándose finalmente en los antiguos territorios de Cartago. Los únicos que lograron mantenerse en la península fueron los suevos, considerados por César como la tribu más poderosa de la Germania[8]. Resistieron en el noroeste hasta el año 585, cuando Leovigildo los derrota y unifica la península.
Gracias a estas victorias, Valia celebra un nuevo foedus con el imperio (418) en virtud del cual los visigodos recibieron la Aquitania II, provincia ubicada en las Galias, para establecerse en calidad de federados. Ésta la conservarían hasta la derrota en Vouillé (507). Al mismo tiempo tenían el dominio sobre Hispania, pero este fue débil hasta que, debido a la derrota contra los francos, establecieron su reino en Toledo.
El reino de Tolosa fue forjado en ese momento y se mantendría vigente por algo menos de un siglo.


4. El Reino Visigodo de Tolosa

Historia del Reino
Los visigodos, de acuerdo al foedus del año 418, se asentaron en la provincia romana de Aquitania II[9]. Su instalación propiamente tal se llevó a cabo mediante el sistema de hospitalitas romano, de carácter militar, el cual autorizaba a los visigodos a “ocupar dos terceras partes de las tierras cultivables de ciertas fincas pertenecientes a provinciales y a compartir proporcionalmente en calidad de copropietarios los bosques y baldíos anexos a dichas fincas”[10].
Entre los términos del foedus y el sistema de la hospitalitas se constituyó un reino visigodo con sede en Tolosa, el cual mantenía un dominio efectivo sobre la Aquitania II y soberanía nominal sobre la Hispania. (a excepción de las zonas no sometidas, como el reino de los suevos).
La naturaleza electiva de la monarquía visigoda trajo grandes convulsiones internas. Era frecuente que los príncipes tuviesen divisiones entre ellos, levantando pretendientes al trono y generando asesinatos, venganzas, etc. Por ejemplo, Turismundo fue asesinado en el 454 por sus hermanos Frigdarico y Teodorico. Este último asumió el poder hasta el año 466, en el que fue asesinado por su hermano Eurico.
Los historiadores hablaban de la morbo gothica, es decir, la frecuente práctica de asesinar a sus reyes. Decía Gregorio de Tours (Historia Francorum 3.10.4): “Adoptaron los godos esta detestable costumbre, que si alguno de ellos no satisfecho del rey, tomaba la espada contra él, y al que les agradaba, a éste establecían rey”.[11]
Poco a poco, la naturaleza electiva de la monarquía visigoda fue dando paso a una monarquía hereditaria. Al mismo tiempo, la monarquía misma se fue fortaleciendo frente a la nobleza, apoyándose al mismo tiempo en las instituciones romanas, las cuales no habían desaparecido. El proceso que se estaba viviendo estaba en todo su auge cuando fue violentamente interrumpido por la invasión de los francos en el 507.
Teodorico I (419 – 453) fue un monarca enérgico, que tuvo diversos desencuentros con el imperio, pero que finalmente se unió a los romanos en la invasión de Atila a las Galias. El rey murió en la batalla de Châlons (también llamada de la Champagne y la de los Campos Cataláunicos), en la que Aecio detuvo el avance de los hunos[12].
Turismundo no reinó durante muchos años. Teodorico II asumió en el 454 continuó con la política de fortalecimiento de la monarquía y de las instituciones. Especial importancia tienen las Leges Theodoricianae, que repartían las tierras entre godos y romanos, a las que se aludirá más adelante.
Eurico (466 – 484) asesinó a su hermano Teodorico II en el año 466 y se convirtió en el dueño del reino de Tolosa. Fue él el gran protagonista de este periodo. Después de devastar con gran energía la Lusitania, sometió casi toda la Tarraconense, para finalmente capturar Marsella y Arlés.
Según San Isidoro de Sevilla, desde el reinado de Eurico los godos comenzaron a tener leyes escritas, ya que antes sólo se habían regido por la costumbre.
Durante su reinado cayó el imperio de Occidente, lo que aumentó todavía la posición de Eurico frente a su pueblo, ya que dejaba de depender, nominalmente, ante la autoridad romana en las Galias: el prefecto de Arlés. Consecuencia de este hecho fue la promulgación del Código de Eurico.
Eurico fue sucedido por su hijo Alarico II (484 – 507). Este nuevo rey mantuvo la política de su padre de reafirmar su autoridad frente a la nobleza y a la aristocracia romana que habitaba en sus dominios. Su mayor obra fue la promulgación del Breviario de Alarico, cuyo fin último era captarse la voluntad del pueblo y la aristocracia romana en la provincia frente al peligro franco.
Durante el mismo periodo, su política religiosa se enfocaba a “crear una jerarquía eclesiástica identificada con su reino”[13].
La obra de Alarico II, así como su vida y el reino de Tolosa, acabó el año 507, cuando los francos la derrotaron en la batalla de Vouillé, cerca de Poitiers, en la cual perdió casi todo su ejército ante los hijos de Clodoveo. Su política de unidad frente al peligro franco no tuvo gran efecto sobre el resultado final.

Derecho en el Reino
Durante este periodo, los visigodos promulgaron diversos cuerpos legales de caracteres individuales. Cada uno fue dictado dependiendo a varias razones, la mayoría de ellas políticas, aunque también por intereses netamente jurídicos. A continuación se expondrán aquellos textos.

Leges Teodoricianas: Las Leyes Teodoricianas habrían sido dictadas por Teodorico I y Teodorico II. No se conserva el texto íntegro ni muchos datos sobre ellas, pero hay varias referencias que prueban su existencia. Primero, está el testimonio de Sidonio Apolinar en un párrafo de su trabajo, las Epistolae. También existe una referencia en el Código de Eurico a una ley anterior, gótica, que su padre Teodorico I había establecido.[14]
La razón de por qué se dictaron las Leyes Teodoricianas es, básicamente, porque no existía una regulación para las relaciones entre los galo-romanos y los visigodos. No había solución en el derecho romano, el cual está representado principalmente por el Codex Theodosianus y por las Novellae post-Theodosianae
Continuando con el punto anterior, las Leyes Teodoricianas se ocupan de un aspecto de la división de tierras entre los visigodos y los galo-romanos. En este sentido, estas leyes fueron complementarias del derecho romano ya que regulaban situaciones nuevas surgidas tras el asentamiento. Tuvieron gran influencia del hospitalitas, el sistema de acantonamiento militar romano descrito en el capítulo anterior.
Estos hechos confirmarían el carácter territorial de la legislación, pues estas leyes se aplicaron en todo el territorio del reino visigodo de Tolosa, afectando a visigodos y a los galo-romanos.

Codex Euricianus: Según San Isidoro de Sevilla, durante el reinado de Eurico, “los godos habían comenzado a tener por escrito las instituciones de las leyes, pues antes solamente se habían regido por los mores y las costumbres”.[15]
Durante su reinado, Eurico se preocupó de fortalecer su autoridad, y logró consolidar su posición dentro del reino. Al mismo tiempo, se dice que puso las leyes bajo armas ya que dictó un código reforzado por su potestad.
Resulta convincente creer que la fecha de promulgación fue el año 476. Al caer el último emperador romano, Rómulo Augústulo, Eurico dejó de estar sometido, nominalmente, al prefecto de las Galias, por lo que el rey ejerció el ius edicendi concedido al prefecto y dictó su propio Edictum.
El Código de Eurico no nos ha llegado íntegramente. Una parte de él se ha conservado en el Palimpsesto parisino de Saint Germain de Prés, un texto donde está sobrescrito sobre el Codex el De viris illustribus de San Jerónimo y Genadio.
La mejor publicación, según Barrientos Grandón, del Código de Eurico es la del profesor Álvaro D’Ors. El profesor D’Ors, asimismo, cree que Código de Eurico era un edicto prefectoral que venía a complementar la legislación general romana, que es un monumento del derecho romano vulgar y que tiene algo de derecho canónico arriano y unos ligeros toques de derecho germánico.
Sobre este último punto, es menester aclarar que ciertas prácticas netamente germánicas son repudiadas, tales como la exposición de hijos (abandonar a los hijos en el bosque), el frauenrauf (el rapto de la mujer, ya no estaba permitido casarse con ella) y la novia ya no se podía casar sin la aquiescencia de su padre (si lo hacía era desheredada).
Aunque el profesor García Gallo planteó dudas sobre si Eurico fue el creador de aquel Codex[16], actualmente es casi innegable que lo fue, primando una palingenesia creada por Álvaro D’Ors. Según el profesor D’Ors, el Codex contenía casi 350 capítulos distribuidos en 31 títulos. Estos trataban de materias tan distintas como la compraventa, los daños, las donaciones, las libertades y otras.
Los títulos son los siguientes:

I. De los jueces.
II. De los falsarios.
III. De las acusaciones.
IV. De quienes se refugian en la iglesia.
V. De los fugitivos.
VI. De los plagiarios.
VII. De los hurtos
VIII. De los asesinatos
IX. De las heridas
X. Del envenenamiento
XI. De los médicos
XII. De los violadores de sepulcros
XIII. De los negociantes transmarinos
XIV. De las nupcias ilicitas
XV. Del rapto de vírgenes y viudas
XVI. De los adulterios
XVII. De los expósitos
XVIII. De los incendios
XIX. De los daños a los árboles
XX. Del daño a los animales
XXI. Del daño causado por los animales
XXII. Del paso de viajeros
XXIII. De las divisiones
XXIV. De los puercos
XXV. De las invasiones
XXVI. De los términos
XXVII. De los depósitos o comodatos
XXVIII. De las ventas
XXIX. De las donaciones
XXX. De las sucesiones
XXXI. De las libertades

Finalmente, el Código de Eurico tenía un carácter fuertemente territorial, vigente para godos y galo-romanos.

Breviario de Alarico: Este es el último gran texto legal creado dentro del reino visigodo de Tolosa. Fue promulgado en el año 506 por Alarico II, quien había encargado su elaboración a una comisión de prudentes.
Alarico II declaró que mediante su Breviario pretendía corregir todos los aspectos que generaban dudas dentro de las leges romana y en el ius del pasado. Además, ésta sería una versión simplificada por los prudentes y confirmada por los obispos y la nobleza.
El Breviario fue dictado en un momento difícil para los visigodos. Estos últimos continuaban establecidos en la Aquitania II, al sur del Loira. Los francos, otro pueblo germano, se habían asentado al norte del Loira y ya habían tenido tratos con Roma, convirtiéndose al catolicismo. Eran una seria amenaza para el reino de los visigodos, de conversión arriana. Alarico II entonces promulgó su Breviario, realizando un acto reservado únicamente al emperador, pues, manifestando su soberanía plena, “se permitía corregir, aclarar y simplificar.”[17]
La manifestación de soberanía era necesaria pues los visigodos eran una minoría arriana entre súbditos católicos. Si se llevaba a cabo un ataque franco, los galo-romanos podían pasarse al enemigo. Por eso, el texto de Alarico II promueve la igualdad dentro de su reino, además de que el propio rey concerta una reunión entre obispos católicos y dignatarios visigodos.
El Breviario en sí es una recopilación de extractos breves que trata de combinar las constituciones imperiales y el ius. Era un texto para el derecho usual, basado en el Código Teodosiano.
Se componía de cinco partes:
- El Liber Gai, un compendio sobre los tres primeros capítulos de las Institutiones de Gayo.
- Un compendio de las sentencias o máximas atribuidas a Paulo.
- Veintidós constituciones imperialas tomadas del Codex Gregorianus y del Codex Hermogenianus.
- Un fragmento de los Libri responsorum de Papiniano.
El Breviario no derogó el Código de Eurico, sino que ambos coexistieron. Como se señaló en el capítulo anterior, este texto no tuvo mayor influencia en la política exterior de los visigodos frente a los francos, pues fueron totalmente derrotados en la invasión.


5. El Reino Visigodo de Toledo

Historia del Reino
El establecimiento de los godos en el sur de las Galias estaba sujeto al peligro de expansión de los francos, que desde el norte deseaban establecerse en esa zona por la fertilidad de sus tierras. Así en el año 507 los francos derrotan a los visigodos en la batalla de Vogladum o Voullié y un año mas tarde Clodoveo (el rey de los francos) toma la ciudad de Tolosa y con esto pone fin al reino tolosano. Los visigodos se vieron en la necesidad de emigrar hacia nuevas tierras, lo que los llevo a un peregrinaje hacia el sur, cruzando los Pirineos para ingresar a Hispania donde se asentaran definitivamente. Se habla de que la cantidad de visigodos que entro a la península fue alrededor de 80.000 a 200.000, número poco relevante en consideración al 5% que formaban del total de la población en la Hispania.
Se pueden distinguir dos tipos de emigraciones, las de carácter aislado que se daban hacia el 497 cuando numerosas familias decidieron buscar nuevos lugares de asentamiento y las de carácter masivo que se dieron por el triunfo franco en la batalla de Vogladum.
Quien dirigió hasta Hispania a los visigodos, fue Genserico(507 – 511) y luego por Teodorico el Grande(511 – 526), luego con los reinados de Amalarico (526 – 531), Teudis(531 – 538) y Teudiselo(548 – 549) se consolida el poder visigótico en la Hispania.
Teudis dejo la Narbonense como sede de su reino y se estableció en Barcelona, preferentemente Toledo, además dicto la ley de costes procesales que ordeno incorporarla al breviario, con lo que se transformo en el primer rey visigodo que empleaba un dictamen en la Hispania, este hecho marca una progresiva imperialización del reino.
Los visigodos pretendieron instaurar un Estado centralizado, continuador del poder romano, a cuya cabeza estaba la institución monárquica. El rey era el jefe supremo de la comunidad y tenía amplios poderes judiciales, legislativos, militares y administrativos. Para reforzar su prestigio, los reyes visigodos adoptaron los atributos y el ceremonial de los emperadores. El rito de la 'unción regia', que recibían de los obispos, les confería cierto carácter sagrado. Tradicionalmente se accedía al trono por elección dentro de un linaje. Diversos reyes intentaron hacerla hereditaria recurriendo al procedimiento de la 'asociación al trono', que aseguraba la sucesión dentro de la propia familia, pero finalmente se impuso el principio electivo (IV Concilio de Toledo, 633).
El reino visigodo de Toledo comenzó a cobrar entidad durante el reinado de Leovigildo (569 – 586). Este monarca consiguió implantar un dominio político efectivo en la mayor parte del territorio peninsular a través del fortalecimiento del poder real. Se impuso a la aristocracia hispano-romana de la Bética (573 – 576) y anexionó el reino suevo (585). Frente a los pueblos del norte ocupó Amaya en el territorio cántabro y erigió la plaza fuerte de Victoriaco para contener a los vascones. La franja costera de Valencia a Cádiz, ocupada por los bizantinos desde principios del siglo VI, fue incorporada más tardíamente (625), según San Isidoro este rey fue quien se apodera de gran parte de la Hispania pues con anterioridad la nación de los godos se estrechaba en angostos limites. Asimismo se tomaron medidas encaminadas a promover la fusión entre visigodos e hispano-romanos, base fundamental para la formación de un verdadero reino.
Para acabar con las diferencias religiosas, Leovigildo trató de imponer el arrianismo como religión oficial del Estado, pero fracasó por la oposición de la Iglesia y de la aristocracia hispanorromana. Su propio hijo Hermenegildo, responsable del gobierno de la Bética, se convirtió al catolicismo y se sublevó (579). Ante esta situación sólo quedaba la opción de conseguir la unidad en torno al catolicismo, medida adoptada por su hijo Recaredo en el III Concilio de Toledo (589), además de esto Recaredo hizo volver a los obispos exiliados por su padre y restituyo los bienes eclesiásticos y se hizo fundador y donante de iglesias y monasterios, la unidad religiosa que consiguió, no pudo llevarla al plano político puesto que el morbo gótico no terminó hasta la misma extinción del reino.
Entre los años 621 y 631 reino Suintila, quien fue el encargado de expulsar a los últimos soldados bizantinos además de atacar duramente a la nobleza y a la iglesia. El rey Chindasvinto(642-653) diezmó a la nobleza en el pseudo fredegario, y heredo a su hijo Recesvinto(653 – 672) quien fue el responsable de la unidad jurídica a través de la promulgación del Liber Iudiciorum (654), máxima expresión del derecho visigótico y código de validez territorial por el que debían regirse todos los jueces.
En las últimas décadas del siglo VII, el Estado se encontraba fragmentado en múltiples células autónomas, gobernadas por la alta nobleza. Los vínculos públicos fueron sustituidos por otros de carácter privado, fundamentados en el juramento de fidelidad a los reyes. Asimismo, el ejército público había acabado por convertirse en una suma de ejércitos privados de los nobles. En los primeros años del siglo VIII se recrudeció la lucha por el poder entre las dos familias más poderosas del reino, la de Chindasvinto y la de Wamba. El clima de auténtica guerra civil en que vivía la Hispania visigoda facilitó la invasión musulmana. El último rey visigodo, Roderico, fue derrotado y muerto por los musulmanes en la batalla de Guadalete (711) y con él desapareció el reino de Toledo. Esto fue producto de una alianza conformada por musulmanes y visigodos disidentes del rey (estos pensaban que, al ser derrocado Roderico, serian ellos los encargados de gobernar, pero los musulmanes se adueñaron del reino).

Derecho en el Reino
Luego de la batalla de Vouillé en el año 507, se va a consolidar el desplazamiento de los visigodos hacia la Península Ibérica, llevando consigo su derecho que en esta época se hallaba representado por el Código de Eurico y por el Breviario de Alarico.
En la Península Ibérica hasta el ingreso de los visigodos regía el derecho, romano imperial, representado por el Codex Theodosianus y por las novellae post theodosianae, además por las costumbres y prácticas basadas en el derecho romano.
No se conoce mucha información acerca de las leyes visigóticas dictadas en la Península Ibérica, entre la actividad legislativa documentada tenemos: la ley de costas procesales de Teudis (531-548), la revisión de las leyes vigentes por Leovigildo (574-586), dos leyes de Recaredo (586-601), dos de Sisebuto (612-621), y ochenta y nueve de Chindasvinto (642-653), contenidas en el Liber Iudiciorum, el cual fue varias veces reeditado y modificado por reyes posteriores.
Después de la conversión de Recaredo en el 589, la legislación visigoda se vinculó de manera importante con el Concilio de Toledo, que era una asamblea eclesiástica, que ahora además iba a cooperar con el rey en la dictación de leyes, que éste somete voluntariamente a su estudio. Estos concilios se celebraban regularmente en un templo de Toledo, como todas las reuniones eclesiásticas eran reuniones de obispos para tratar temas de la Iglesia, pero se le van añadir miembros del aula regia designados por el monarca. A éste le corresponde la iniciativa para que el concilio se ocupe de materias seculares, las que va a indicar en un discurso de apertura, el “tomo regio”. Los cánones conciliares van a tener valor civil por medio de la lex in confirmatione concilii dictada por el rey. Estos concilios van a intervenir en la promulgación y revisión del Liber Iudiciorum.

Ley de Teudis: Esta conocida ley sobre costas procesales, fue dictada en Toledo el 24 de noviembre del 546, por el rey Teudis y fue mandada a incluir en el libro IV, título 16, del Codex Theodosianus, recogido en Breviario de Alarico, y estaba dirigida a los gobernadores provinciales y demás oficiales con jurisdicción, tanto sobre la población visigoda como sobre la hispano-romana.

Codex Revisus: Leovigildo consolida y expande al reino visigodo de Toledo. Su obra política consiste en alejar las amenazas externas de otros pueblos germanos (francos y suevos) y reducir el ámbito de dominación bizantina al sur de la Península. Con Leovigildo el centro legislativo visigodo se desplaza definitivamente de la geografía gala a la Hispania. El Código de Leovigildo o Codex Revisus es la primera de las grandes obras jurídicas del pueblo godo que fue promulgada en España.
Este código va a ser una revisión practicada por Leovigildo, entre los años 572 a 586, del Código de Eurico, donde se trata de buscar una actualización de este último, añadiendo normas que faltaban, mejorando leyes insuficientes y suprimiendo normas en desuso o superfluas. Por este motivo también a ser llamado Codex Revisus.
Su contenido sólo se conoce a través de algunas leyes contenidas en el Liber Iudiciorum con los epígrafes de antiquae o de antiquae emendatae.

Liber Iudiciorum: El Liber Iudiciorum o también llamado Lex Visigothorum, es el último gran texto de la gran labor legislativa del reino hispano-visigodo. Fue promulgado por Recesvinto en el año 654, concretando el proyecto de su padre Chindasvinto. Aunque se trata de una obra profundamente romanizada, se le considera como la expresión más representativa del derecho visigótico.
Este cuerpo jurídico, fue dictado con carácter territorial, es decir, para toda la población del reino, derogando la legislación anterior, prohibiendo la aplicación del derecho romano.
El contenido de este libro se formó por la acumulación de materiales provenientes de fuentes anteriores, entre los cuales destacan, las Antiquae procedentes del Código de Eurico y Codex Revisus, estas se incorporaron al Liber Iudiciorum, en dos formas: con su fiel contenido y forma anterior (antiquae) o bien corregidas y alteradas (antiquae enmendatae) y las Novelas (nuevas leyes, después de Leovigildo), principalmente de Chindasvinto y Recesvinto.
Las leyes se disponían en doce libros, divididos en títulos, que contenían las leyes debidamente rubricadas con la indicación del rey que las había dictado o de su carácter de antiquae, o antiquae emendate. El contenido de los libros es el siguiente:

1. Ley y legislador
2. Organización de los tribunales y procedimiento judicial
3. Derecho matrimonial
4. Derecho de familia y derecho sucesorio
5. Contratos
6. Algunos delitos y sus penas y aplicación del tormento
7. Hurtos y engaños
8. Violencias y daños contra la propiedad rural y pecuniaria
9. Sobre siervos fugitivos, desertores del servicio militar, derecho de asilo e inmunidad en los templos
10. División y arrendamiento de tierras y siervos, prescripción y cuestiones sobre términos y límites de la propiedad inmueble
11. Sobre médicos y enfermos, violaciones de sepultura, comercio marítimo y mercaderes de ultramar
12. Sobre funcionarios públicos que oprimiesen al pueblo y leyes sobre herejes y judíos.

Se conocen dos redacciones oficiales del Liber Iudiciorum: la de Recesvinto y la Ervigio, promulgada en el año 681. Esta última versión suprimía algunas leyes, modificaba otras e incorporaba nuevas, dictadas por Wamba y por el propio Ervigio, entre las que se encontraban algunas relativos a los judíos.
En todas ellas correspondió una importante intervención de los Concilios Toledanos, especialmente el VIII, el XII y el XVI, pero junto a estas versiones oficiales, el texto fue objeto de manipulaciones privadas, realizadas por juristas anónimos, durante los últimos años del reino visigodo, o más probablemente ya en la época de reconquista contra los musulmanes. Esta es la versión vulgata, en ella se incluyen alteraciones al texto oficial en base de exigencias de la vida práctica y se le añade un título preliminar sobre algunas materias relativas a derecho público, el cual constaba de 18 leyes.
La versión vulgata fue la que sobrevivió al reino toledano, durante el alto medioevo y la que posteriormente, fue mandada a traducir al romance por San Fernando III, bajo el nombre de Fuero Juzgo.



Bibliografía


1. Grimberg, Karl. Historia Universal, Vol. 7, Editorial Ercilla, Santiago, 1985.

2. Barrientos Grandón, Javier. Historia del Derecho Chileno, Vol. I, Editorial Barroco Libreros Santiago, 1994.

3. Keegan, John. Historia de la Guerra, Editorial Planeta, Barcelona, 1993.

4. Warner, REX. César Imperial, Londres, 1947

5. García Moreno, Luis, AHDE. Madrid, 1983

6. SELECCIONES DEL READER’S DIGEST. El Hombre: Dos Millones de Años de Historia, Editorial Reader’s Digest, Ciudad de México, 1989.

7. GARCÍA GALLO, ALFONSO. Consideración Crítica, Madrid, 1974.

8. TOMAS y VALIENTE, FRANCISCO. Manual de Historia del Derecho Español, Editorial Tecnos, Madrid, 1992.





[1] Los mercenarios hunos que llevaba Litorio le hicieron el vaticinio antes de la batalla de Tolosa, en 439.
[2] Es fundamental Keegan, John, Historia de la Guerra, Editorial Planeta, Barcelona, 1993.
[3] Grimberg, Karl, Historia Universal, Vol. 7, Editorial Ercilla, Santiago, 1985.
[4] Ibidem nota 3.
[5] Adrianópolis, la actual Edirne en Turquía, es un lugar frecuentado para las batallas. Trece grandes combates se han librado allí. La razón de fondo es que el valle de Edirne es la llave de entrada al Cuerno de Oro, donde está Constantinopla.
[6] Ibidem nota 3.
[7] Ibidem nota 3.
[8] Warner, REX. César Imperial, Londres, 1947.
[9] Barrientos Grandón, Javier, Historia del Derecho Chileno, Vol. I, Santiago, 1994.
[10] García Moreno, Luis, AHDE, Madrid, 1983.
[11] Ibidem nota 9.
[12] Ver “Elementos de las Migraciones”, pag .
[13] Ibidem nota 9.
[14] Ibidem nota 9.
[15] Ibidem nota 9.
[16] GARCÍA GALLO, ALFONSO, Consideración Crítica, Madrid, 1974.
[17] Ibidem nota 9.

12 Comments:

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